¿Es la mentira, la herramienta predilecta del poder?
Por: Sharon M. Montiel Sánchez
A través de la historia la ambición de poder ha propiciado que se recurra de forma pública y cada día con mayor frecuencia a la desacreditación de rivales o adversarios, al ocultamiento de información, a realizar posicionamientos que precipiten reacciones iracundas y de encono en la sociedad esto a efecto de alcanzar un claro objetivo: el poder.
Es entonces cuando nos preguntamos ¿dónde están las convicciones, los ideales, la responsabilidad de sus líderes, su ética, su vocación por el servicio? Atrás ha quedado ya la preocupación por la reputación, el prestigio o el peso de empeñar la palabra, hoy casi todo aquello ha sido nulificado incluso a nivel mundial y, lamentablemente se han desdibujado en la escala de valores y principios.
Y es que la mentira, mal que nos acecha de forma constante y del cual todos podemos ser víctimas, no es exclusivo de las derechas o de los grupos de izquierda, ni limitativo de algún género en particular, pero definitivamente tiene predilección por los grupos de poder, y es dominante ante una ideología predominante, adictiva y narcotizante, definitivamente la mentira es seductora.
La no verdad se ha vuelto un modus vivendi para alcanzar el tan anhelado poder, mentiras que otorgan la felicidad al detentor de un cargo público que será temporal y el sufrimiento de quien las creyó y no encuentra cauce a la solución de sus necesidades de las mil y un promesas que le fueron planteadas.
La falsedad ha sido el conducto para crear ficciones sociales que le permiten a los hombres la supremacía y dominio sobre otros, es entonces cuando nos cuestionamos lo que escuchamos durante toda nuestra infancia, hay que decir siempre la verdad y un día descubres, el poder de la mentira.
La invitación es definitivamente a hacer lo correcto, de que nuestros políticos y servidores públicos tiendan a preservar su integridad ética, a tomar decisiones difíciles que los obligarán a salir de su zona de confort y muchas veces muy privilegiada, para priorizar el bien común sobre el bien individual. Seamos confiables y valiosos, seamos dignos seres humanos.