Grito Silenciado
El Disidente
Antares Cervantes
Es grato celebrar nuestra independencia bajo un ambiente de fiesta y felicidad, nuestros mandatarios de todos los niveles nos darán sorpresas con verbenas populares, pirotecnia, bailes, artistas de gran prestigio y todo lo necesario para recordar esta fecha tan significativa, realizando gastos que son más importantes que arreglar calles, solventar problemas de agua o de recolección de basura, de salud o seguridad, entre muchos y muchos otros.
Ya han pasado más de seis años desde que se anunció con bombo y platillo el inicio de un ’gobierno transformador’ el que acabaría con los gastos innecesarios y viviría en la austeridad, aquel que prometió modernidad, progreso y justicia social. Pero hoy, a la luz de la realidad, no queda más que reconocer que esas promesas fueron una falacia. Los abrazos no frenan balazos, invertir en espectáculos y diversión no resuelve los problemas sociales y controlar la libertad de expresión tampoco silencia la verdad.
Es lamentable ver que México no está avanzando, las oportunidades de crecimiento económico se reducen, la inseguridad es cotidiana y la polarización social se ha convertido en la estrategia política más rentable. Nos vendieron un discurso de cambio, pero los resultados muestran lo contrario: instituciones debilitadas, inversiones frenadas y un país más dividido que nunca.
Lo más preocupante es que ahora, con el control del Ejecutivo, Legislativo y Judicial por parte de un solo grupo político, la posibilidad de una verdadera transformación se desvanece por completo. Cuando los tres poderes del Estado responden a la misma voz, el contrapeso desaparece, y con ello, la democracia.
El discurso oficial habla de libertades, pero la práctica apunta al autoritarismo. Hoy se gobierna no con diálogo, sino con imposiciones; no con consensos, sino con la fuerza de mayorías acríticas.
Lo que debería ser un proyecto de nación se convirtió en un proyecto de poder. Y México, en vez de mirar hacia adelante, permanece atrapado en la repetición de sus viejos errores: la concentración del poder, la desconfianza en las instituciones y la manipulación de las esperanzas de la gente. El verdadero retroceso no está en las cifras ni en las reformas inconclusas. El retroceso más grande es que, después de tantos años de lucha democrática, volvimos al punto de partida: un gobierno fuerte que lo controla todo y ciudadanos cada vez con menos voz.
En México, la transformación prometida terminó siendo un espejismo, y el futuro, en lugar de abrirse como horizonte, parece cerrarse bajo la sombra del autoritarismo, de que sirvió liberarse de España hace más de 200 años y terminar con más de 70 años de hegemonía del partido que controlaba todo, si hoy, los tres poderes del Estado obedecen a una sola voz y a un solo grupo, esto se llama: autoritarismo, así que, gritemos en silencio nuestra independencia.