Hidalgo es más fuerte que cualquier desafío


Que ninguna comunidad quede atrás, ninguna voz sin eco y ninguna lección sin aprendizaje

Hidalgo es más fuerte que cualquier desafío
Política
Octubre 27, 2025 14:05 hrs.
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Enrique Rojas › Líderes Políticos

Hidalgo es más fuerte que cualquier desafío

Por: Enrique Rojas

La naturaleza, en ocasiones, nos recuerda nuestra fragilidad colectiva.

El paso del huracán Priscila por Hidalgo ha sido una de esas advertencias que hace temblar literal y figurativamente los cimientos de comunidades, familias, infraestructuras y también de nuestra capacidad como sociedad para reaccionar, reconstruir y reinventar. En este contexto, vale la pena detenernos a reflexionar no solo sobre la magnitud de los daños, sino sobre cómo actuamos, cómo respondimos y hacia dónde debemos caminar para que el dolor que trae un desastre no quede solo marcado por pérdidas, sino por lecciones, resiliencia y esperanza.


La catástrofe y su dimensión

La catástrofe y su dimensión

Los hechos arrojan una realidad que no se puede ignorar, decenas de municipios afectados, comunidades incomunicadas, cientos de escuelas, viviendas e infraestructuras dañadas. Según reportes, el huracán Priscila dejó en Hidalgo más de 20 personas fallecidas y más de 40 desaparecidas, además de comunidades incomunicadas, municipios sin electricidad y muchas escuelas afectadas en una primera estimación. En otro corte se mencionan 26 municipios declarados con afectaciones importantes. Las lluvias torrenciales, los deslizamientos, los derrumbes y los caminos destruidos describen un escenario de emergencia en el territorio hidalguense.

Pero más allá de los números, lo que realmente conmueve es el rostro humano de esta tragedia: familias enteras que perdieron sus pertenencias, viviendas que se inundaron o colapsaron, comunidades que quedaron aisladas sin acceso a servicios básicos, escuelas que no reabrirán fácilmente y niñas y niños que han visto interrumpido su año escolar por causas ajenas a su control. Y en ese sentido, el desafío no es solo atender el daño inmediato sino acompañar el duelo, la recuperación emocional y la reconstrucción.


El gobierno de Julio Menchaca pone manos a la obra

El gobierno de Julio Menchaca pone manos a la obra

Frente a esta emergencia, el gobernador Julio Menchaca y su administración han tomado un rol determinante en el terreno. Por ejemplo, se informó que se han entregado más de 100 mil suministros a comunidades afectadas, con el apoyo de más de 6 000 brigadistas desplegados. Se registró también la apertura de caminos, el traslado de víveres y atención médica para zonas remotas desde los primeros momentos. La estructura de respuesta incluyó los recursos enviados por aire y por tierra para atender de inmediato la emergencia.

Se reconoce además el liderazgo de Menchaca al recorrer personalmente las zonas más afectadas, por ejemplo, los municipios de Tianguistengo y Zacualtipán, lo cual transmite dos mensajes cruciales: que el gobierno está presente, y que la atención no será solo en las cabeceras municipales, sino en las comunidades rurales, que muchas veces quedan olvidadas.

En una crisis, la rapidez es tan importante como la eficacia, y el hecho de que se haya puesto en marcha todo un despliegue tanto material y humano sin contratiempos, marca una diferencia. Además, la coordinación con los tres niveles de gobierno ha sido determinante para atender esta tragedia.

Sin embargo, reconocer también los retos pendientes es vital para no caer en la complacencia. La magnitud del daño es tan grande que incluso una buena respuesta estatal debe ir acompañada de transparencia, controles, comunicación efectiva y participación ciudadana para asegurar que los recursos lleguen donde deben llegar, que las prioridades sean claras, que la sociedad afectada sea atendida y fundamentalmente que no se politice un hecho de esta naturaleza.



Una tragedia de este tamaño no puede afrontarse solo desde el gobierno local o estatal; requiere solidaridad de otros gobiernos, apoyo federal, colaboración entre municipios, y la unidad de la sociedad civil. En el caso de Hidalgo, se ha reportado que la presencia federal se activó con la visita de la presidenta de México Claudia Sheinbaum, y que la ayuda comenzó a fluir desde otros estados como Nuevo León. El gobierno estatal informó que trabajaba con brigadas médicas, maquinaria para apertura de caminos, distribución de víveres y que contaba con la colaboración de Protección Civil y de la Secretaría de la Defensa Nacional bajo el Plan DN-III-E.

Asimismo, la sociedad civil como voluntarios, organizaciones no gubernamentales, comunidades mismas que se movilizan, han sido parte fundamental. Cuando los caminos están bloqueados, cuando la electricidad falta, cuando la ayuda estatal y federal tarda, muchas veces es la ciudadanía quien dan el primer paso: vecinas y vecinos removiendo escombros, compartiendo alimentos, abriendo rutas alternas para la llegada de ayuda. Esa solidaridad local, espontánea y genuina es un pilar emocional tan importante como los camiones de despensas.

La intervención de otros estados y del gobierno federal es clave no solo en términos de recursos, sino también en término de coordinación, logística y apoyo. La capacidad de movilizar maquinaria pesada, vuelos, maquinaria de reconstrucción, suministros y brigadas sanitarias muchas veces excede las posibilidades de un solo estado. Por tanto, la solidaridad de las entidades es determinante para salir a flote en un momento de desgracia.

Una vez ocurrida esta tragedia que ha congregado muchas manos para ayudar es importante brindar seguridad y tranquilidad a las familias afectadas a través de albergues adecuados, agua limpia, alguna solución temporal para contar con energía eléctrica, atención médica y psicológica.

Es fundamental abrir los caminos bloqueados, restaurar la energía, restablecer las comunicaciones. Esta es una condición necesaria para que a partir de ello se de paso a la reconstrucción de las zonas afectadas.

Debe priorizarse el regreso seguro a clases o sistemas de alternancia/virtualidad, para que no se pierda una generación escolar, en la medida de lo posible buscar mecanismos que contribuyan en materia educativa para que niñas y niños retomen sus actividades escolares, una vez que hayan quedado solventadas las necesidades prioritarias.



Si se logra avanzar en estas acciones primordiales, se sentará base para que el problema inicial no se convierta en abandono o rezago prolongado. En este sentido, la labor del gobierno estatal, de los municipios y de la sociedad civil debe ser vista como un esfuerzo colectivo de reconstrucción en todos los sentidos.

Mirando hacia el futuro de mediano y largo plazo, la catástrofe que trajo Priscila puede y debe servir como un punto de inflexión: una oportunidad para repensar cómo se construyen las comunidades, qué tipo de infraestructura se necesita, cómo se puede proteger a los más vulnerables y cómo se debe responder frente a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos.

Es indispensable invertir en infraestructuras que permitan mejores accesos a los municipios y comunidades, para ello se requiere de buscar recursos que ayuden a mejorar las condiciones de espacios geográficos y en consecuencia a la sociedad de las localidades.

La solidaridad y unidad entre las autoridades y la sociedad es la única manera de salir adelante ante un hecho de esta naturaleza, no hay manos que sobren ante un desastre de esta magnitud y dentro de este momento tan complejo es fundamental que se sumen todas las personas aportando un grano de arena, ya sea a través de alguna donación o ayuda en las zonas de desastre.

Fenómenos como Priscila no pueden verse como “casos aislados”; forman parte de un patrón que exige adaptación climática seria. Estado, municipios e instituciones deben integrar sus políticas de desarrollo, infraestructura, salud, agua y medio ambiente bajo una visión que contemple escenarios futuros extremos, sin duda este es un llamado de atención para los municipios que no toman muy en serio el Atlas de Riesgo. Un trabajo bien planificado empieza desde la prevención de probables hechos que puedan ocurrir.



La emergencia provocada por el huracán Priscila en Hidalgo nos confronta con la vulnerabilidad de nuestras comunidades, pero más que un punto de quiebre negativo, puede ser un catalizador de cambio. El gobernador Julio Menchaca y su equipo han demostrado capacidad de respuesta inmediata, lo cual es digno de valor; la solidaridad del gobierno federal, de otros estados, de la sociedad civil y de cada persona movida por la empatía también ha sido esencial. Sin embargo, lo que viene será más determinante que lo que pasó: cómo aterrizamos esta crisis en una reconstrucción digna y justa.

Para que la tragedia no quede como una página dolorosa sin utilidad, es necesario que el dolor colectivo se convierta en propuesta efectiva. Que las comunidades afectadas no sean solo receptores de ayuda, sino protagonistas de su propia reconstrucción. Que las y los niños que hoy ven sus escuelas dañadas puedan mañana estudiar en aulas en otras condiciones. Que los caminos que hoy se abren con urgencia se conviertan en rutas de desarrollo.

Este es el momento de recordar que la solidaridad no es un instante fugaz, sino un pacto duradero. Que el liderazgo no se mide solo por acción inmediata, sino por visión de futuro. Que la reconstrucción no es volver a lo que éramos, sino construir lo que aún no hemos sido.

Porque el verdadero legado de una crisis no está en el número de despensas entregadas o metros de carretera reaperturados —aunque esas cosas importan—, sino en la dignidad restaurada, en las comunidades que renacen más fuertes, en los vínculos que se refuerzan y en la capacidad para decir: “sí, sufrimos, pero juntos nos levantamos, unidos aprendemos, y miramos adelante con esperanza”.

Que así sea para Hidalgo. Que así sea para cada persona afectada por Priscila. Y que, en ese caminar, ninguna comunidad quede atrás, ninguna voz sin eco y ninguna lección sin aprendizaje.

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