Juventud y experiencia, el servir con visión y corazón: Pedro Escudero
El reloj marca las 5:30 de la tarde, un dia despejado, pero con la calidez que representa el municipio de Tulancingo Hidalgo, ahí, con una botella de agua, con una camisa de Tenangos y revisando información en el celular, nos espera Pedro Escudero en el Ferrocarril. De inmediato se pone de pie, saluda con amplia sonrisa, joven que refleja sencillez, que se nota receptivo y dispuesto a hablar con la verdad y sin filtros.
Es un tulancinguense de corazón, ciudadano comprometido de tiempo completo, de esos que no solo viven aquí, sino que trabajan, caminan y sienten esta ciudad todos los días.
"Estoy convencido de que sí se puede hacer política con propósito, con resultados y sobre todo, con humanidad. Que se puede servir con visión, carácter y responsabilidad".
Con 33 años de edad y un futuro promisorio, nos explica que estudió Comunicación en la Universidad Panamericana y Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Actualmente es Síndico Procurador Jurídico del H. Ayuntamiento de Tulancingo, un cargo de elección popular al que llegó gracias a la confianza de la gente, y eso significa un doble compromiso. ’Desde aquí he defendido los intereses del municipio con ética, con firmeza y con total transparencia. Cada contrato que pasa por mis manos se revisa a detalle. Cada decisión legal se toma con responsabilidad’.

Ha tenido la oportunidad de servir desde diversas trincheras del Gobierno Municipal. Como director de la Instancia Municipal de la Juventud, impulsó mecanismos de participación real para las juventudes. Creó espacios, programas y oportunidades. Después, como secretario de Desarrollo Humano y Social, le tocó coordinar políticas públicas en temas de salud pública, seguridad alimentaria, desarrollo comunitario e inclusión social. Ahí pudo ver de cerca lo que duele, lo que falta, lo que urge. También presidió el Comité de la Expo Feria Tulancingo en 2022 y 2023. Fueron dos ediciones ordenadas, seguras y con una derrama económica histórica para la ciudad.
De camino a su oficina, Pedro es reconocido, saluda de mano, se detiene a escuchar, nos pide unos minutos para platicar con una persona que requiere atender un tema personal, se aparta un poco, frunce el ceño para escuchar a detalle el planteamiento de la mujer, quien parece que requiere ser atendida en alguna necesidad. Intercambia su número telefónico con la promesa de que será atendida. La abraza con esperanza, pero más aún con el honor de su palabra que le ayudará a resolver su petición.
Continuamos caminando y nos explica que es alguien que se prepara, que combina la energía de las nuevas generaciones con la experiencia que se gana caminando la calle, resolviendo problemas reales y escuchando a la gente. Con firmeza y mirando a los ojos asegura que cada espacio que ha ocupado se lo ha ganado trabajando, y cada responsabilidad la ha asumido con compromiso total. “Sé que en el servicio público no hay lugar para la improvisación ni para el ego: aquí se viene con ideas, con carácter, con voluntad y con los pies bien puestos en la tierra. Y también se viene con humildad, sabiendo que uno no lo sabe todo y que rodearse de personas con experiencia, con oficio, con visión técnica y territorial, siempre será una fortaleza. Yo no estoy aquí para llenar una silla ni para cumplir un ciclo, estoy aquí para construir futuro, con visión, resultados y con el corazón en alto por esta tierra que amo: Tulancingo”.

Cruzamos una calle, ve una persona adulta mayor y de inmediato se adelanta a ayudar para que pase la carretera, y de manera espontánea sin perder de vista a la anciana nos dice que en su familia están sus raíces más profundas: sus abuelos. Por el lado paterno, Don Pedro, fue un hombre visionario, generador de empleo y profundamente comprometido con el desarrollo de Tulancingo. Dice que su nombre aún resuena con respeto en la ciudad. A donde voy, me lo preguntan: “¿Eres nieto de Don Pedro?”. Y yo respondo con orgullo: “Sí, soy su nieto”, con la frente en alto y el corazón lleno de responsabilidad. Porque no solo lleva su nombre, sino también lleva su legado: el de trabajar duro, y pensar en grande. Don Pedro enseñó con el ejemplo, que hay que levantarse cada día con el propósito de dejar algo mejor que lo que se recibió, que cuando se tiene la oportunidad de construir algo, se debe hacer con visión, con disciplina y con la firme decisión de dejar huella a largo plazo. “Su historia me acompaña, me inspira y me compromete. Por otro lado, mi abuela Guille, mi abuela María y mi abuelo Sergio, quienes siguen conmigo y me sostienen con su amor, experiencia y su sabiduría. Ellos me enseñaron la importancia de la constancia, el arraigo, la fe y el cuidado mutuo”.
Con relación a sus padres, refiere que es hablar de dos polos: el amor y el carácter. De su madre heredó el corazón abierto, la empatía, la capacidad de mirar con ternura incluso en medio del caos. Su ejemplo le enseñó que se puede ser firme sin dejar de tener calidad humana, que la sensibilidad no es debilidad, que los valores no se negocian ni en los días más difíciles y que cuando se hacen las cosas bien, tarde o temprano el tiempo pone todo en su lugar.
De su padre aprendió el carácter. Hace una pausa, revisa al interior de sus pensamientos lo que va a expresar, demostrando respeto y admiración. “Él me formó con exigencia, sin concesiones”. Gracias a su padre tiene temple, resiliencia y sed constante de ser mejor todos los días. Aprendió que la dignidad está por encima de todo. Esa dureza lo forjó, le dio estructura y lo hizo fuerte cuando la presión arrecia. Lo enseñó a no quebrarse, a no depender de las circunstancias, y a seguir avanzando aunque el camino sea cuesta arriba.

Llegamos a su oficina, lo esperaba un hombre maduro, solo para entregarle un oficio de petición y de inmediato lo atendió. “Así es esto” nos dice, con relación al compromiso que implica su trabajo con la ciudadanía. Nos pasa amablemente a tomar asiento. La oficina está impregnada con un aroma deleitante a café de grano, nos invita a ponernos cómodos y a continuar la charla.
Sirve tres tazas de café, se pone cómodo y al ver una fotografía de cuando era niño junto con su hermana refiere que se llama Iliana, quien es más joven que él, pero desde muy joven tomó una de las decisiones más difíciles, dejar su país, su entorno y su familia para irse a Estados Unidos a estudiar y trabajar. No fue fácil, pero lo hizo con la cabeza en alto y el corazón firme. Allá, con esfuerzo y disciplina, construyó su propio camino, se formó, trabajó duro, y hoy tiene una vida hecha con sus propias manos. Se casó, echó raíces y siguió creciendo, sin olvidar nunca de dónde viene. Iliana es una mujer valiente, de esas que no se doblan ante los obstáculos. Representa para Pedro, la resiliencia en su forma más genuina: la capacidad de adaptarse, de resistir y de seguir adelante sin perder su esencia. “Verla conquistar sus sueños lejos de casa es una inspiración constante en mi vida”.
De inmediato suelta un suspiro que lo sonroja, se muestra un poco nervioso, toma un sorbo de café y nos confía que Valeria es su novia, es su compañera de ruta. Con ella ha aprendido que el amor también es construir a largo plazo proyectos, decisiones y metas compartidas. Juntos han tejido una relación basada en la confianza, la comunicación y la admiración mutua. Comparten sueños, se impulsan mutuamente, se cuestionan y también se celebran. Ella lo reta todos los días a ser mejor, a no conformarse, a mantenerse fiel a lo que cree. Le recuerda que el camino no se recorre solo, que el equilibrio personal también es parte del servicio público. “Su amor es refugio, pero también impulso. Es apoyo constante, presencia firme y compromiso diario con lo que somos y con lo que queremos llegar a ser”.

Entrelaza las manos, mira hacia otra foto y ahí encuentra a Porfirio, su fiel mascota. Un perro que decidió quedarse en una jornada de adopción que él mismo organizó. “La verdad es que fue él quien me adoptó a mí. A veces creemos que rescatamos animales, cuando en realidad son ellos quienes vienen a enseñarnos cosas profundas: la paciencia, la lealtad, el cariño sin condiciones. Porfirio es un recordatorio diario de que el servicio público también se construye desde los gestos más sencillos, desde la coherencia entre lo que uno promueve y lo que vive. Él me recuerda cada día que lo importante no siempre está en los grandes discursos, sino en las pequeñas decisiones que nacen del corazón”.
Como Síndico Jurídico de Tulancingo le toca cuidar que todo se haga con legalidad, orden y responsabilidad, siempre velando por el interés superior de Tulancingo. Revisa contratos, convenios, demandas, expedientes, representa legalmente al Ayuntamiento y se asegura que cada decisión esté bien sustentada.
“Pero a mí no me van a encontrar solo en la oficina. Sigo en la calle, como lo he hecho desde hace más de 5 años. Escuchando, gestionando, apoyando. Porque si algo tengo claro es que la realidad no se resuelve detrás del escritorio, se resuelve con presencia y voluntad. Siempre busco la manera de ayudar a la gente y veo la forma de contribuir ya sea con medicamentos, materiales, apoyos funcionales, gestiones para escuelas, lo que se necesite. No por quedar bien, sino porque servir es poner de tu parte y de tu voluntad”.
Hoy desde la Sindicatura Jurídica le toca defender a Tulancingo con hechos, garantizando que las decisiones se tomen con responsabilidad, transparencia y rumbo. Y mañana, desde donde le toque estar, lo seguirá haciendo. “Porque cuando uno ama su tierra, el compromiso es permanente”.

Tocan la puerta, se levanta un poco para alcanzar a ver desde la ventana, sonrie y con mirada de complicidad nos dice: “ya llegaron los guajolotes” un rico manjar tipico de Tulancingo que además de tradicional, es un platillo que cualquiera que visite este municipio está obligado a comer.
Retomando la charla nos dice con los ojos iluminados que su motivación para seguir caminando en la administracion pública es muy clara: Quiere que Tulancingo deje de vivir con nostalgia y empiece a vivir con rumbo. “Aquí vivo, aquí está mi familia, aquí hago vida. Conozco sus calles, su ritmo, su gente y también sus frustraciones. Y desde hace tiempo me duele que cuando hablamos de esta ciudad, todo se diga en pasado. Que fuimos una potencia textil, que fuimos la cuenca lechera más importante, que íbamos a ser la capital del estado. Todo eso forma parte de nuestra historia e identidad, sí, pero no puede ser lo único que tengamos que contar. Porque una ciudad que solo vive de lo que fue, se estanca. Y Tulancingo no merece estancarse. Tiene presente, tiene talento, tiene fuerza y tiene futuro”.
Se abotona la manga de la camisa, quiere seguir expresando sus anhelos, sus vivencias a pesar de su corta edad, sus andanzas en la política y la administración publica y admite que en Jorge Márquez Alvarado tuvo un gran mentor, un hombre visionario, con carácter firme y una voluntad inquebrantable para hacer que las cosas sucedieran. Aprendió de él que el servicio público es para trabajar, no para adornarse. Que hay que dar resultados, no excusas. Y lo dice sin temor a equivocarse: gran parte del desarrollo que ha tenido Tulancingo en los últimos 15 años, en materia de vialidades e infraestructura pública, lleva su nombre, su visión y voluntad.
Agregó que Jorge tuvo la capacidad de imaginar un mejor Tulancingo y la determinación de construirlo. A muchos les dejó lecciones que no caben en una anécdota, porque los marcó desde la acción, desde el ejemplo. “A mí, en lo personal, me impulsó, me aconsejó y me enseñó a avanzar con rumbo y paso firme”.

Su legado le recuerda todos los días por qué vale la pena luchar por esta ciudad. “Porque cuando uno ama a Tulancingo, no se conforma con lo que hay. Imagina más, exige más. Hace más. Y mi motivación es esa: soñar en grande y empezar a construir, en serio, todo lo que podemos llegar a ser”.
Impetuoso, pero visionario Pedro Escudero dice ser una persona que no se detiene, que le gusta avanzar, crecer, aprender y asumir nuevos retos. No concibe la vida desde la comodidad o la inercia. Cree firmemente que cuando se tiene la oportunidad de servir, de resolver problemas y de dar resultados, también se tiene el deber de dar un paso más. No por protagonismo, sino por congruencia, por responsabilidad, por amor a la tierra.
A lo largo de los años se ha preparado con seriedad, ha caminado cada etapa que le ha tocado con compromiso real, y ha aprendido algo clave: la confianza ciudadana se gana todos los días, con acciones claras, con cercanía auténtica, con carácter para decir las cosas como son y con voluntad para actuar incluso cuando es difícil.
“Hoy estoy completamente enfocado en mi responsabilidad como Síndico Jurídico del Ayuntamiento de Tulancingo”. Es una función técnica, compleja, poco visible, pero profundamente importante. En esta etapa, he aprendido a ser firme, a revisar a detalle, a decir que no cuando corresponde y a defender los intereses del municipio con total integridad. En este momento Pedro Escudero está enfocado completamente en su trabajo con la sindicatura, y lo hace con convicción, con profesionalismo y con los pies bien puestos en el piso. Y aunque el foco está actualmente en esta responsabilidad, no cierra los ojos al futuro. Porque también tiene claro que, desde otros espacios, podría aportar aún más.

Le hecha un ojo al reloj del celular, no quiere que los alimentos se enfríen, nos agradece la oportunidad de platicar con Líderes Políticos, nos da la mano con calidez, nos muestra su sentido humano, sonríe, no nos deja duda de su compromiso con su municipio y desde su juventud busca respuestas que ayuden a impulsar a Tulancingo como un polo de desarrollo de la entidad y promete que nos volveremos a encontrar más adelante para seguir conversando.
“Creo en mi ciudad y en todo su potencial, pero también creo que hoy, Tulancingo necesita mucho más que buenas intenciones. Necesita proyectos con rumbo, equipos capaces, preparados, cercanía real con la gente, y sobre todo, voluntad de escuchar y resolver. Y claro que me gustaría seguir aportando desde donde pueda generar un mayor impacto. Me gustaría continuar con el camino de servicio que ya inicié y que, sinceramente me apasiona. Y si el día de mañana se presenta la oportunidad, estaré listo para levantar la mano. Porque me he preparado, porque conozco mi ciudad y porque estoy rodeado de gente que sabe, que suma y que quiere hacer las cosas bien. Pero no me adelanto. Por ahora, me concentro en cumplir y cerrar bien este ciclo, sabiendo que el trabajo constante y honesto siempre abre puertas. Lo que venga, será consecuencia de mi preparación, resultados y sobre todo, de la confianza de la gente”.
