La Venus de los perversos Capítulo I


CAPITULO I

La influencia del arte en tiempos de epidemias

La Venus de los perversos Capítulo I
Cultura
Abril 01, 2020 18:02 hrs.
Cultura ›
Magda Bello. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2018 › Líderes Políticos

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NOVELA
LA VENUS DE LOS PERVERSOS
LA INFLUENCIA DEL ARTE EN TIEMPOS DE EPIDEMIAS

(LA VENUS DE LOS PERVERSOS es una novela histórica, de la escritora nicaragüense Magda Bello donde nos relata la epidemia que cobró más de veinte mil muertes en Venecia, agosto, 1630. Los protagonistas, un traficante de arte, Ubaldo y Atilio como también pintores de la talla de los hermanos Bellini, Leonardo Da Vinci, el escultor Miguel Ángel, Charlotte de Montaigne (mujer esclava de África del Sur) y Lisa Bernard de Molay descendiente directa de la familia Molay descendiente directo de Jacques Bernard de Molay el último y gran maestro templario, una trama que esconde pasiones desenfrenadas y el arte como medio atemorizante; a la vez esperanzador, a través de retablos pictóricos que colgaban en conventos o abadías para que los enfermos terminales de las pestes se tranquilizaran y muriesen en paz.) LES DEJO EL PRIMER CAPÍTULO.


La Venus de los perversos, por Magda Bello

La Venus de los perversos, por Magda Bello

LA VENUS DE LOS PERVERSOS
MAGDA BELLO

Terribile é questo posto
“Hijo mío, huye de la eucaristía,
ellos alargan su mano a tus labios,
para tocar con el índice de sus dedos tu lengua”
I Epístola de Lucca a Ubaldo.

CAPÍTULO I

Venecia, agosto, 1630
Fingí ser médico para evitar el contagio disfrazado con una máscara de pico de ave embalsamada de plantas aromáticas y así atenuar los hedores de la mortandad. Un cristal resguardaba mis glóbulos oculares ocultándome bajo un gabán negro de tejido fino encerado hasta los tobillos, con guantes de cuero, sombrero de ala ancha, sosteniendo con firmeza una vara larga por si algún enfermo de la peste se acercaba, ahuyentarlo. Un brinco colosal con ahínco amarré la embarcación a la orilla del puente de madera, observé con malicia, el resplandor de la calle principal estaba opaco, era el tercer domingo de agosto, día acordado para el encuentro con el traficante de arte en la taberna del Ángel, en San Matteo di Rialtto.

Aquel lugar estaría colmado de mercaderes procedentes de Asia, África, países bajos, algunos austríacos, la mayoría desembarcaban especias, sedas, madera e intermediarios de sal, al ver mi aspecto de médico, cambiaron su conversación de compraventa, por los estragos de la peste, unos decían que una mujer de Trespiano habitante de la Plaza de San Marcos la habría contraído de Alemania, hasta hoy se contabilizaban veinte mil muertos, sumando mujeres, niños e inclusive animales. Por consiguiente la ciudad velaba en cuarentena.

El traficante me esperaba en la última mesa de la taberna. Dialogábamos en voz baja.
- ¿Has traído lo acordado?
- Lo tengo propiamente bajo mi brazo.
- ¿Cuáles son las medidas?
- 85x145
- ¿Cómo la habéis adquirido?
- La he robado de las profundidades del mismo infierno, en las galerías de huesos donde yacen cuerpos reventados, desmembrados flotando en ríos de sustancias envenenadas de donde se cree emergen execraciones humanas que contaminan las aguas de toda Europa, la peste catequiza en Roma, en el altar de San Pedro, bajo su silla de oro hay un cementerio de impíos, hechiceras y sacrílegos, en ese vaho se encuentran enterrados los apóstoles que fueron enviados a Roma a presentarse ante el Cesar, muchos de ellos traicionados para sacar provecho de su historia, los conspiradores se juraban bajo maldición no comer ni beber hasta asesinar a los seguidores de Jesucristo, en el subterráneo de la basílica de San Pedro se encuentra un manuscrito de Magdalena, la otra mitad del apocalipsis, como también centenares de obras matizadas en madera con representaciones pictóricas de mujeres desnudas sirviendo en los altares, un obispo alzando la copa y un niño en forma de hostia, serpientes talladas en los miembros viriles del clero esculpidas en mármol, todo esto implica a Roma con sus atrocidades. ¿Ahora comprenderás los orígenes del infalible infierno? No creo que exista otro más horrendo que la obra enfermiza de Botticelli tomada de Dante siendo éste fiel seguidor de los güelfos y gibelinos con los que se denominaban las dos facciones que desde el siglo XII apoyaban el Sacro Imperio Romano Germánico, a causa de ellos Dante fue reo del exilio perpetuo, hasta su muerte. Su legado ha facilitado al Santo Clero a comerciar el infierno por el miedo del pueblo, en el interior de esa mazmorra se esconde la pintura de Botticelli y sus laberintos mentales a través de un infierno instituido por nueve círculos: el primero el limbo, el segundo lujuria, el tercero gula, el cuarto avaricia y prodigalidad, el quinto ira y pereza, el sexto herejía, el séptimo violencia, el octavo fraude y el noveno traición, cada uno de ellos debidamente enfocados en sus repugnantes dogmas y credos.



Me encontraba nauseabundo cuando tropecé por suerte o pena con una pintura que para mi asombro se encontraba atada con enormes cadenas, ¿qué era aquello? no lo sabía, supuse que dada las circunstancias debía de guardar algo recóndito. Logré desatarla con mucho esfuerzo, alcé el manto que la cubría, me quedé petrificado era al ver una Venus con rostro virginal, acostada como si invitara a coexistir con ella, dormía, rodeada del clérigo, unos espiándola y otros alzando sus dagas deseosos de asesinarla. Rescaté la pintura, la he guardado por veinte años, su valor es diez veces más de lo acordado y antes de entregártela quiero recordarte que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición la considera maldita, pero otros le atribuyen curación y prosperidad.

El traficante de arte me hablaba entre dientes, balbuceante y asustadizo alzaba una jarra de vino escandinavo del más barato, el que solían beber los piratas en sus viajes oceánicos.

- No creo en majaderías, pero sí, que el infierno contiene nombre nobiliario. Déjame ver la pintura, la examinaré con tan solo palparla- Y sin hacer tanto alarde la desenrollé, el dueño de la taberna nos vigilaba con desconfianza.

Estaba envuelta en una manta de piel de cabra, la entreabrí con delicadeza acercándola al vidrio que protegía mis ojos. Sin duda, era la pintura que perseguía la iglesia e interés de la aristocracia francesa y con fascinación similar a una sorpresa, emití la notable crítica platónica.

- Estoy petrificado por su sensualidad, percibo alma. Hay demonios dentro de ella, la joven aparece encarnada con un naturalismo digno de elogios, estéticamente sublime, anatómicamente perfecta, con pinceladas precisas que podría ver el brillo y la textura de su piel logrado con unas majestuosas veladuras, ese ambiente oscuro con golpes de luz, sombras acentuadas definen su silueta y unos tonos carnisianos nunca vistos en otras pinturas. Tiene cierto dramatismo, finge estar dormida, su respiración contraída lo puedo ver en mi subconsciente, su carne imbuida de una vitalidad propia de una raza superior. El pincel consigue con luz un efecto semejante a las esculturas de Fidias; de textura viva, palpitante, matizada por un fondo sombrío, consigue estilo y emotividad, realza una rara belleza que sugestiona mi atención. ¿Cómo decís que se llama la pintura?-
- “La Venus de los perversos “y se rumora que aún vive el varón que está al tanto del origen de la obra.

-¡Válgame dios! Hasta el nombre tiene un halo de entresijo acompañado de erotismo. Revélame el lugar donde vive tal varón. Pagaré su valor, muero por conocer la verdadera historia de esta insolente obra y su autor- Le referí a fin de finiquitar la compra.

-Mi señor, se musita bajo siete llaves que en una casa modesta en la villa francesa de Salon-de-Crao existe un hombre que fuese ayudante de un famoso boticario francés o la encarnación de un profeta egipcio, no recuerdo su nombre, el ayudante guarda los manuscritos que encierran la más grande expectación del porvenir.

- ¿Que tiene que ver este boticario con la pintura?
- No lo sé, se murmura en las catacumbas que su ayudante es testigo directo con el pintor de la obra. Con todo esto se ha desatado una cacería de brujas, los inquisidores ofrecen miles de monedas de oro por su paradero. Además se ha difundido el mito que aquel que encontrase la pintura será colmado de riquezas y gloria, – el traficante balbuceaba con ademan de malicia. Pagué lo sugerido, duplicando la cantidad en oro.



Hui espantado de Venecia, los enfermos de la peste morían en las calles vomitando sangre, algunos creyéndome médico halaban mis ropas, les golpeaba ahuyentándolos con mi vara; hasta que un delirio de persecución se apoderó de mí, atormentando mi viaje en alta mar hasta llegar a tierra. Monté mi caballo bermejo, alistado con gualdrapas, portando los colores y el escudo de la alcurnia de mi abolengo, lancé por los aires aquel maldito disfraz respirando alivio hasta llegar a Florencia donde me esperaba un merecido descanso en la grandiosa villa La Mosquetean, al día siguiente emprendí mi viaje al Château de Lyon en las elevadas colinas francesas.

Aquel supuesto médico era ni más ni menos que Balduino de Bouillon o sea descendiente por línea directa de la familia Plantard estirpe merovingia, sucesores inmediatos de Dagoberto II, Sigisberto IV y el linaje de reyes merovingios. El rey Luis XIII de Francia llamado el justo me otorgó un título nobiliario por mi ilustre fama de “Señor de las sedas” convirtiéndome en el mayor exportador de toda África y Asia.

Permítanme presentarme mis querido lectores soy el Barón de Lyon ese es mi título aristocrático, juicioso, culto, refinado para la alta jerarquía de la Santa Madre Iglesia; y para la non grata servidumbre de mi Château, un loco extravagante fuera de serie. He reprochado mi origen, mi baja estatura, la calvicie amarrada a una cabellera con un lazo de colores altivos, mis enclenques músculos los cubro con un abrigo acolchonado de heno, es un suplicio el cinturón en mi ensanchado abdomen, y unas medias que resaltan mis flacas piernas, uso tacones de pico de pato más altos que yo. No soy un mecenas pero sí, un apasionado coleccionista erudito, podrían catalogarme como un hombre perturbado por la ciencia con una cognición histórica del pasado o conciencia crítica del presente, he adquirido obras de la familia artística más influyente de Venecia los Bellini, también de Tiziano, de Leonardo di Vinci y una escultura imponente de la propia mano de Miguel Ángel que se alza en mi jardín con cipreses de cortes geométricos. Mi extravagante Château de Lyon reúne una importante colección de obras de forma ilegal, censuradas por el clero; extraídas de excavaciones en basílicas o compradas en las subastas de tabernas. Dice Charlotte que poseo una especie de humor negro: a los sirvientes los disfrazo de damiselas con vestiduras rojas adornadas de laminillas brillantes, mangas empopadas y máscaras de cortesanas, en cambio a mis criadas; con atuendos de hombres, no quiero exagerar pero más de alguno le fascina aquel plagio teatral, éste al que leen, ha sido criticado por la aristocracia gala diciendo que el barón de Lyon es un poco bipolar, en ocasiones, soy el dulce cantor de Lyon y en cuestión de segundos; grito improperios a las esculturas paganas. ¡Cuánto odio al rey; pero mucho más al Papa!.

Con esta breve semblanza hago notorio a mis lectores, que soy afeminado, una condición natural de la nobleza, algo así como una magna distinción; aunque confieso desconocer el lecho de una dama, no he sucumbido a las pretensiones desenfrenadas del arzobispo Chaquemira, la última vez me condujo con engaños a un rincón, sacó su enorme falo, arrancó mis ropas y apretujó mis pequeñísimas bolas causándome un dolor tan intenso que por semanas me vi sumido en la alcoba.

Definitivamente no nací para ser hombre de nadie. Aunque admito que a diario mi adorada Charlotte suelta su ajustador, mostrándome sus gigantescas calabazas y me han hecho dudar, de mi celibato.

- Charlotte Montaigne, del norte de África, hasta su nombre es postizo, adoptada hace treinta y tantos años, me fascinó su empoderado orgullo cuando le plantó una bofetada a un degenerado mercante que intentó manosearla. El sol del norte se obsesionó de ella y le coció la piel. Una víctima más del tráfico de niñas y mujeres.
Antes que la comprasen hice caer en un profundo sueño a clientes y subastadores, escapó conmigo de sus captores y hasta hoy ha sido mi entrometida ama de llaves.
Aprendió a leer en mí biblioteca, escogiendo a malévolos dramaturgos, su nivel de entendimiento se disparó superando al Cardenal Rocco que con regularidad visita mi Château contendiendo temas escabrosos.

- Ven acércate Charlotte, este viaje por Venecia ha hecho decaer mi cuerpo, me ha causado molestos cólicos, tráeme aquel menjurje con el que acostumbráis curar mis males - Le rogaba retorciéndome de dolor estomacal.

- Son los nervios que le atacan, mi querido barón, de igual manera le dificulta la absorción de sus alimentos. - Con su permiso.

Sacudiendo sus encantos Charlotte de Montaigne se apresuró con el maleficio. Era una combinación de comino con anís a partes iguales, remojado en vino blanco mezclado con un poco de vino rojo, reposado sobre una placa de cenizas durante nueve días, hasta convertirlo en polvo, me lo servía en un guisado de ternera con ravioli. - sus cuidados me malcriaban, me tornaban cada vez más caprichoso y endiosado.

CONTINUARÁ...

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Queda prohibida su reproducción parcial y/o total de la obra. Derechos reservados por su autor Magda Bello y Revista Líderes Políticos

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