La Venus de los perversos
Capítulo XXVII
Destierro al mundo de los espíritus
Por: Magda Bello
Osaba pintarla, mientras ella dormía, sus ligeras manos tiraban su toga al suelo, alzando su entrepierna con esmero, invitando a comer sus ciruelas desnudas.
Si un arrebato de pasión no es amor, ¿qué son estas ganas malditas de morir por ella?. No conocía ni su nombre y la amaba. ¿De dónde has venido ángel diabólico?, ¿quién llenó de mansas pitonas tu brillante mollera? Su nombre Lisa Bernard de Molay su abolengo maîtres à pensé, desarraigados desde la tercera generación, acusados de usar barajas de mesa con símbolos ocultos y, más que engañosos presagios, eran estrategias militares y cabalísticas de un ejército perseguido por la iglesia, y le llamaron barajas de Marsella, sus mensajes ocultaban el día, la hora, la espada que un arca o arcano Mayor acabaría con la vida del Rey de Francia, o bien la carta del Papa al reverso, anunciaba que en la Curia Pontifical había un traidor, si la acompañaba un número, eran más, sus cómplices. No había una sola línea, color, punto, sombras, forma, números, que no tuviese un mensaje que sólo entre ellos podían descifrar. Si por el contrario el símbolo clandestino fuese en arcanos menores, no ocupaba consideración alguna.
La muerte del gran maestre Thibaud Gaudin, ascendió a sus antepasados a ocupar el vigésimo tercer y último Gran Maestre de la Orden de los Pobres del Templo de Salomón. Por lo cual fueron desterrados hasta el regreso de sus abuelos a Molay.
Por barajas de cantinas, un hombre llamado "El pirata egipcio", visitó la ciudad, ahí se enamoró perdidamente de su madre. Su bendito nacimiento fue marcado por la constelación de escorpio, inminente destierro al mundo de los espíritus. A los ocho días de nacida y siendo hija de fornicarios la entregaron a la Santísima Señora de Candelaria un tenebroso monasterio, atestado de mujeres sanguinarias, que aparecían con lámparas en las esquinas de sus pétreas paredes. Quién serás hija del infierno que predices la hora exacta de la muerte de cada una de ellas. Por lo demás fue acusada con mentiras, ante la Abadesa, castigada a pan y agua en un encierro que duró meses. Cuando cumplía los trece años fue el principio del fin, sus maldades las alcanzaron, a diario soñaban calamidades, en secreto suplicaban su interpretación. Esa semana cayeron veinte víctimas de la peste negra. Las acusaciones llegaron a oídos del Cardenal quien ordenó su inmediata expulsión. Desde entonces vivía en el barrio Delle Tete con sus conocimientos adivinatorios, nuevamente fue acusada ante el clero, esta vez, le esperaba la hoguera, hasta que llegó a su vida esté humilde varón.
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