La Venus de los perversos. Capítulo XI


Encuentro con la niña Venus

La Venus de los perversos. Capítulo XI
Literatura
Noviembre 13, 2020 11:10 hrs.
Literatura ›
Magda Bello. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2018 › Líderes Políticos

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LA VENUS DE LOS PERVERSOS CAPÍTULO XI

Por: Magda Bello

Encuentro con la niña Venus

Las tardes de Venecia tan opacas con sus puentes de madera rechinando con el paso de los transeúntes, las callejuelas estrechas hacia abajo, empinadas y tambaleantes, los palacetes acompañaban mi peregrinar día a día, ¡Venecia ciudad flotante, algún día la mar te abrazará, no puede haber otro sitio más placentero para mi pincel que estar bajo tu embrujo! y así poseído de una trampa maligna, sin guardar los pasos que el salmista David imploraba en sus cantos ’Líbrame Dios de andar por el camino de los impíos’, me apresuré hacia el mal.

Como tonto me orienté hacia una mujer que poseía el espíritu de Pitón, esa serpiente que mora en las cuevas del oscuro Parnaso, ojalá encuentre al sagrado oráculo de Delfos donde la sagrada Castalia fluye al río Cephissus, soy como el joven Coretas acercándose a su terruño, y al fin descubrir el secreto de las sacerdotisas. Aun así, mis pies se apresuraban. ¡Indignante blasfemia contra la sana doctrina de mi madre, prevaricato a las enseñanzas que recibí de Lucca! La ansiedad me atormentaba como ave de mal agüero, dejándome arrastrar por el pecado que engendra muerte.

Llegué al barrio más pequeño de la ciudad, San Polo. Cruzando el mercado, la iglesia San Giacomo di Rialto, Santa María gloriosa de San Rocco y la iglesia Dei Frari, un año atrás me llevaría Martin Vespasiano al lugar donde le presagiaron su propia muerte. Rogaré por el perdón divino antes, quizá la misericordia no me sea concedida por esgrimir el futuro, cometer el sacrilegio de Saúl con la adivina de Endor, al invocar del otro mundo a Samuel un sacerdote de Israel ya muerto, el espíritu traído por la pitonisa de Endor era ni más ni menos para descubrir si Dios le habia arrebatado el reino para dárselo a un pastor de ovejas llamado David hijo de Isaí. ¿Pero yo, no pediré traer a ningún muerto solo quiero que mi sueño sea revelado? Lo que busco es un intérprete de mis pesadillas.

Subí cautelosamente unas escaleras de madera estas rechinaban con cada paso que daba, y cuando estaba por llegar al último escalón, salió al encuentro una niña con rizos quemados por el sol, inquieta, primorosa, semejante a un ángel pintado por Leonardo, susurró con voz dulce y al mismo tiempo reprendió mi osadía:

- ¿Qué hace aquí un cristiano que entrega pergaminos sediciosos por las calles y los mercados de Venecia? ¿No es abominable para tus hermanos semejante cosa? -

- ¿Cómo sabe la Venus que soy cristiano y que entrego pergaminos?, lo adivinó o ¿me persigues? - pregunté a la niña.

- Ni lo uno, ni lo otro señor. ¿Recuerda mi rostro?

- Me acerqué a ella, no me era familiar-

- Soy aquella niña que usted con su propia mano entregó un pergamino, susurrándo, lo entregara a mis padres, como veis no tengo padres, pero leí la doctrina Husita que todavía guardo dentro de mis pocas pertenencias en este mundo. Dígame buen hombre ¿Qué buscáis en esta emboscada del infierno?

- A una intérprete de sueños, no quiero saber el futuro sino la revelación de mi pesadilla. -

- Pasa por acá buen hermano y echa en aquel tazón de bronce la mitad de lo que traes contigo.

Subí el último quicio de madera consumida por el humo del hollín de una chimenea que solían encender las cortesanas en aquella residencia ruginosa, por cada escalón se desprendían estillas de madera que en cualquier momento sucumbían al peso, me llevó por un aposento medio iluminado con lámparas de aceite. No habia una sola ventana, asfixiado con el olor a sahumerios, atosigado alcancé a escuchar el mar, eran gritos de pescadores tocando tierra. La niña Venus a como llamé, habia desaparecido de mi vista, esperé paciente a la adivina, imaginé a una vieja con turbante árabe, un gabán hindú, cintas de miles colores guindadas en sus hombros y en la frente una diadema brillante, ¡Cual fue mi asombro! La niña apareció frente a mí, vestida como una sacerdotisa de Apolo, ¡no era posible que aquella mozuela esculcara mi destino!

-¡Cuéntame buen hombre que os atormenta y revelaré tu sueño!

Me senté sobre unos cojines cerúleos, la niña Venus permanecía con sus ojos cerrados en estado hipnótico, como si fuese poco, la malignidad estaba a mi espera, le conté paso a paso mi pesadilla. Defendí mi amistad con Atilio, no sería incapaz de hacerle daño, le rogué me dijese la verdad sin ocultar nada.

La jovencita clavó sus ojos en mí, sin pestañear un solo instante, me condujo de la mano hacia un rincón donde habia un puñado de cenizas, nos sentamos, apretó mis dos manos, ella sudaba a mares, pude apreciar sus ojos llorosos, ¿Sería que aquel sueño vaticinaba, muerte? Alcancé ver su alma llena de compasión. ¿Por qué llora? una hondonada de dudas cruzó por mi cabeza y al interior de mi alma nació una tormenta que ni los cuernos de la misericordia en Jerusalén me salvasen- Ella después de dos convulsiones, presagió:

- Tu sueño está explícito varón del arte, hay una desgracia inminente que llegará desde el cielo hasta las entrañas de los infiernos, cortando el cordón que une vuestra amistad, tu amigo será herido de muerte en su alma cuando tú le arrebates lo que más anhela. Ésta afrenta no te será borrada. En cuanto a los lobos, son hombres perversos que te perseguirán hasta que cierres tus ojos en la postrimería, esto por esconder a alguien o algo que ellos aseguran ser dueños; pero no debes temer, aparecerá otro varón que no será de esta vida, te protegerá; eso no es todo, el cielo te juzgará, serás probado con lo que más amas. Este sueño anuncia que estos sucesos están pronto por acontecer. Vete a tu casa, no le comentes a nadie porque estoy en peligro de condena. -

La niña Venus era una pitonisa, habitaba con pánico, como si aquella pesadilla tenía algo que ver con ella, se aturdió en gran manera, sollozando en silencio. Era indudable, me habia embrujado como esas medusas inmortales que mi padre atrapaba en alta mar, no mueren sufren procesos de metamorfosis, casi como un hongo moviéndose en aquellas aguas, una vez las pinté y el arzobispo de la basílica de San Marcos se molestó, creyendo que eran seres de otro mundo. Sus cuerpos gelatinosos, transparentes, de tonalidad naranja, con tentáculos que oprimían las manos de los marinos, adormeciéndolos, llevándoles hasta la muerte.

Le pregunté si podía reverter el sueño, me dijo que no había nada que hacer que todo estaba escrito, quizá alguna salida: alejarme de Atilio lo más pronto posible. Fui fragmentado en mi alma, mi dolor se acrecentó. ¿Cómo podría ser capaz de traicionarlo? Me lo repito constantemente, no me perturbaré, actuaré con cautela ante cualquier situación que se presente, la prudencia me asistirá, quiero ser precavido ahora que el sueño me fue revelado. Entiendo que los sueños nos advierten, de las desgracias de la vida, me doy ánimo para no morir en el intento de no ser un patán. Me despedí de la Venus, no era la de Anadiomena, ni la Venus de Marte y cupido, tampoco la de Botticelli muchos menos la Venus de Milo hecha en mármol blanco en bloques en una sola pieza al natural, ni la venus de Capua semidesnuda encontrada en las ruinas del antiguo teatro romano, quizá similar a la Venus de Arlés o la copia de la Venus de Tespías de Praxíteles de Atenas hijo de Cefisodoto. ¿Quién era aquella pitonisa? ¿Será un espíritu expulsado de los infiernos de Dante? Su conocimiento adelanta al clasicismo, el manierismo redentor, acentuando el sensualismo como la cortesana Friné nacida Tespias, hija de Epicles, gloriosa por su rara belleza. Friné era de origen humilde amante de su escultor, pero mi Venus era costera; inquirida por los perversos con el fin de apoderarse de su afamada sabiduría, rara belleza mauritana, más bella que la mujer de Pigmalión. Me alejé de aquel lugar de perdición, presintiendo… Regresaría por ella.


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